
Líneas de Gol: Al “principito” le queda fútbol
Hay trenes que solo pasan una vez, al menos eso dice el refranero popular. No ha sido el caso de Antoine Griezmann con el Atlético de Madrid. Si bien su salida era conocida hacia la Ciudad Condal, las formas no fueron las correctas. Quizás tanta tecnología y mercadotecnia han desacomodado algo la manera de expresar los sentimientos.
No obstante, entre la temporada 2014-2015 y 2018-2019 el aficionado del Atlético de Madrid pudo presumir de crack, de futbolista diferencial. Mientras sus oponentes se desgastaban en la cancha en partidos de otra época y la prensa debatía sobre el estilo, el toque sutil lo ponía el hombre desarrollado en la cantera de la Real Sociedad.
Así tal cual lo indica el origen de su apellido, Griezmann era un obrero más en la filosofía Simeone. Calidad sobrada, el balón en sus botines era una sinfonía a la obra rojiblanca encima del rectángulo verde. A la par, el galo demostraba a sus críticos de infancia que no era una cuestión de físico, pues él corría tanto o más que el resto. El “Cholismo” contaba con la pieza perfecta.
Con él, una final de Champions, un título de Europa League y una Supercopa de Europa. Se recuerda el penal fallado en Milán o los partidos donde su fútbol quedó en el vestuario. Ahora, 94 goles en LaLiga desde su arribo a la capital española, la carrera con tanto incluido en Múnich o las seis perforaciones en ocho duelos para un 2018 de ensueño que quizás mereció algún premio más.
Tras su partida hacia el FC Barcelona, llegó el momento en el cual toda relación cae. Un bache vestido de odio, un hasta pronto con las lágrimas del adiós de un hijo. Griezmann sabía que volvería. ¿Cuándo? Solo el tiempo aclararía la duda rojiblanca o la incertidumbre culé.
La ecuación se resolvió antes de que Pitágoras dictara sentencia. Eso sí, había una parte de la afición “colchonera” a la cual debía convencer nuevamente. Antoine, ahora con el 8 a la espalda, no dejaba las mejores sensaciones en el césped. Claro que Diego Pablo se preocupaba, él le conocía como nadie y además, necesitaba de su fina zurda.
En medio de toda una cláusula anti-fútbol le hacía entrar a la cancha por solo media hora. Pero llegó Qatar, y como a muchos, para Griezmann cambió todo. El amargo sabor de la derrota en la final es una página pasada para el galo. Ahora, parece que lo que ha vuelto es su talento en función de hacer mejor a sus compañeros.
Ya en el campeonato del mundo demostró lo importante que es en cualquiera de los esquemas donde le coloquen. De interior, media-punta, de segundo atacante, Griezmann interpreta como pocos esas normas básicas del fútbol en la cual los espacios vacíos suelen decidir.
Después de 24 jornadas, Antoine asiste, rompe con sus pases el plan defensivo del rival y también anota con más frecuencia. Acumula ocho goles y la misma cantidad de envíos para tantos de sus compañeros, cifras que superan las de la campaña anterior por partida doble. Junto a los números, la grada le aclama y entiende que es el mejor rojiblanco balón al pie.
Comentarista Deportivo de Radio y TV. Redactor de Fútbol. Podcaster
Arian Alejandro
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